En rojo, las provincias que constituían las Provincias Unidas. En celeste, aquellas que conformaban la Liga de los Pueblos Libres.
Cuando es convocado, el Congreso de Tucumán, el 24 de marzo de 1816, la situación de las Provincias Unidas era desesperante. Fernando VII regresó al trono del imperio español con la deslegitimación de toda junta de gobierno a su nombre; la resistencia patriota en Chile estaba siendo derrotada; los realistas combatían con fuerza frente a Güemes y Rondeau en el norte y los portugueses atacaban a la Liga de los Pueblos Libres. Finalmente, en 1815, se produjeron alzamientos sociales en Córdoba y Santa Fe contrarios al director supremo Alvear, quién se vio forzado a renunciar.
Y la clase dirigente, principalmente los estancieros porteños, necesitaba imponer un orden social y económico de manera urgente. Por eso, fueron los convocantes a un Congreso que querían controlar . Para esto, no invitaron a las provincias que integraban la Liga de los Pueblos Libres y se aseguraron de que los representantes de las provincias invitadas, fueran afines al Directorio (de hecho, a Mizque, Chichas, Tarija y Charcas, ocupadas por los realistas, se les impusieron representantes porteños).
Con la mayoría de diputados a su favor, el sector directorial, pro-porteño, declara la independencia de las "Provincias Unidas en Sud-América" el 9 de julio de 1816, urgidos por la presión de San Martín, gobernador de Cuyo, para poder atacar a los realistas en Chile y aliviar la situación bélica desfavorable a las Provincias Unidas.
Respecto de la forma de gobierno que querían dar los diputados a la nueva nación, preponderó sin ninguna duda el establecimiento de una monarquía. De hecho, Manuel Belgrano propone proclamar rey a un descendiente de los incas. Este régimen era el conocido por todos los congresales, además de que era una estrategia política para acercarse a las potencias europeas y al imperio portugués que controlaba el actual Brasil. Sin embargo, se eligió continuar con la forma de gobierno existente: el mando unipersonal a cargo del Director Supremo, quien concentraba él sólo las funciones del poder ejecutivo para mayor agilidad en las decisiones en tiempos de guerra y era acompañado por dos secretarios y Consejo de Estado. Además sólo debía rendir cuenta de sus actos ante una Asamblea Legislativa.
Respecto de la forma de gobierno que querían dar los diputados a la nueva nación, preponderó sin ninguna duda el establecimiento de una monarquía. De hecho, Manuel Belgrano propone proclamar rey a un descendiente de los incas. Este régimen era el conocido por todos los congresales, además de que era una estrategia política para acercarse a las potencias europeas y al imperio portugués que controlaba el actual Brasil. Sin embargo, se eligió continuar con la forma de gobierno existente: el mando unipersonal a cargo del Director Supremo, quien concentraba él sólo las funciones del poder ejecutivo para mayor agilidad en las decisiones en tiempos de guerra y era acompañado por dos secretarios y Consejo de Estado. Además sólo debía rendir cuenta de sus actos ante una Asamblea Legislativa.
Aquel 9 de julio, la declaración de independencia lo es únicamente en relación a España. Pero, presionados por sectores que consideraban insuficiente el alcance independentista, diez días después el Congreso emite otra declaración aclarando que la independencia es respecto de "toda otra dominación extranjera".
Si bien, puede existir la idea de que esta declaración tendría como objetivo la profundización de la revolución política y social de las Provincias Unidas, en un decreto del 1ro de agosto de 1816 queda establecido los fines del Congreso tucumano: "Principio del orden y fin de la revolución".